Hey, ¡Cuánto tiempo! Aunque creo que eso de tardar en subir ya se ha convertido en lo típico, pero aun así, aquí lo tenéis. No está mal, y es bastante largo, espero que os guste, y compense la espera:) Ah, tengo otra noticia, para la gente que me ha dicho repetidas veces que me cree un blog de reflexiones, etc, pues aquí está http://hdehogar.blogspot.com.es/ no es nada personal, simplemente son textos que me vienen a la mente. Me gustaría que os pasarais al menos. Bueno, eso, un besazo, gracias por todo.
Pd: el 25 lo subí hace tiempo, pero olvidé avisar, pasad a leerlo.
Caí rendida a sus brazos, caí rendida de amor,
de satisfacción, de deseo, pero sobretodo de él. Me quedé dormida, el sol
quemaba la arena fina de la playa, y este calor produjo que me despertara al
cabo de 3 horas o así. Cuando lo hice, él no estaba para darme los ‘buenos días’
a pesar de ser las 4 de la tarde, como esperaba. Me levanté y lo vi a unos 100
metros de dónde estaba, me acerqué sigilosa para sorprenderle, pero la sorpresa
me la llevé yo. Estaba metiéndose una raya. ¡Una puta raya! No era normal,
claro que no lo era. Se rompieron todos mis esquemas, mi fe, mis ilusiones por
él, una semana antes me juró y prometió que ya no lo hacía, el mismo día
anterior me lo dijo. Y ahora, ahora nada, ahora una puta mierda, eso ahora.
Jamás me había sentido tan mal, tan engañada, tan mentida, tan jodidamente
humillada. Me sentía en carne viva, creía que mi cuerpo iba a explotar de
rabia, porque no había nada que odiara más que una persona me mintiera. Bueno
sí. Que lo hiciera él. Lloraba y lloraba de la puta rabia, de la humillación,
del dolor, lloraba para no matarlo por joderse así, lloraba para llorar tanto
hasta el punto de olvidar por qué lo hacía.
Y en ese instante él se giró, y me vio allí,
mirándolo cómo si el universo hubiera estallado, como si mi universo hubiera
estallado y él hubiera puesto la bomba. Se acercó a mí, con la intención de
acariciarme la cara, pero yo lo aparté con rabia.
- ¡Déjame!-
dije dándome la vuelta con fuerza, él vino detrás de mí y me cogió por detrás.
- Julie,
por favor, por favor, Juliette- decía mientras me sujetaba y yo me movía con
fuerza.- por favor.
- ¿Por
favor? Por favor te pedí yo, y mira ahora.- dije mientras lloraba- Por favor,
¿qué?- dije, y él se limitó a mirarme. A quedarse en silencio, a no importarle-
nada entonces, por favor, nada.
- Por
favor no dejes que esta mierda te separe de mí, por favor…- dijo mientras las
palabras se caían de su boca, se escapan, se desgarraban con dolor. Luego me
cogió la cara y nos besamos. Pero, un beso de esos que duelen al alma, que
expresan rabia, de esos que hacen daño, que no es pasión, que es dolor, y amor,
dolor por sentir amor, de esos que no quieres que terminen nunca, de esos que
se provocan mientras lloras, de esos con fuerza.
- Y
tú no dejes que esta mierda te separe antes a ti de mí, que a mí de ti.
- Eso
no pasará.
- Quiero
que me lo prometas, prométeme que esto no hará que te alejes de mí, no te
obligará a hacerlo, no te llevará lejos de mí.
- Hey,
eso no pasará, pequeña- dijo acariciándome.
- Qué
me lo prometas, ¡hazlo!- dije llorando- hazlo y cúmplelo, te lo ruego.
- Te
lo prometo, no voy a dejar que esto pueda más que tú- y me besó, y mi universo
se reconstruyó.
Y si alguien se pregunta por qué coño era tan
imbécil de perdonarlo, era porque lo quería, y lo sigo haciendo, con todas las
putas fuerzas de mi cuerpo, hasta la última arteria, la última vena, todos mis
glóbulos rojos, y todas mis plaquetas, mis neuronas, mis jugos intestinales,
hasta mis tendones, mis músculos, mis mitocondrias, los crujidos que conforman
mis huesos, mis cartílagos, mis sus labios, los granulocitos que
componen mi sangre, hasta la linfa que recorre mi cuerpo, los alveolos
pulmonares que me hacen funcionar, con todo mi cuerpo, con todo y más lo
quería, y nunca he dejado de hacerlo. Que pensaba que iba a explotar el corazón
de sentir demasiado, de sentirme imbécil por depender hasta ese punto de
alguien a quién a penas conocía un mes.
Se hizo un silencio, pero no un silencio
incómodo, un silencio confortable, acogedor y los dos fuimos a recoger la ropa
que habíamos dejado tirada a escasos metros.
- ¿Cuándo
es el entierro?- pregunté aunque no quería recordarle la situación, me
interesaba saberlo.
- Mañana
a las doce- se hizo un pequeño silencio- pero no tengo pensado ir.
- ¿No?
Creía que lo harías.
- Pues
creías mal. No quiero verles la cara a nadie de mi familia, ¿para qué? Verles llorando
lágrimas falsas y que crean que lo han querido por hacerlo, cuando realmente no
han hecho nada para impedir que se muera- dijo con los ojos empapados. Más que
de simples lágrimas, de rabia.
- Como
quieras- dije sin intención de presionarlo. Recogí mis cosas del suelo, y me
terminé de vestir. Me quedé unos cuántos minutos esperando que dijera algo, y
al ver que no lo hacía, decidí marcharme, más que nada, porque tenía que
hacerlo- bueno, yo, me voy, si necesitas algo, me llamas.
- Claro,
luego te llamaré, supongo que te necesitaré- dijo con una sonrisa que desde mi
punto de vista encarnaba más tristeza que alegría. Le di un beso leve, no
quería agobiarlo, y me fui de allí. Por el camino hacia la moto, vi a un chico,
medio atractivo, en dirección a Éric. Se dieron un abrazo. Éric estalló a
llorar cómo nunca imaginé que lo haría. Y lo hizo porque creía que no lo veía.
Supongo que serían buenos amigos.
Justo antes de subir a la moto, recibí un SMS.
Era Margot, *Me has dejado preocupada, estaremos en mi casa a partir de las 7,
luego me llamas. Te quiero*
Subí a la moto y apreté el puño más fuerte que
nunca, en menos de 3 segundos, la imagen de aquella playa había desparecido de
mis ojos.